Con motivo de la celebración del Día Internacional de la Mujer, el 5 de marzo se inaugura en la Sala de Arte Social ‘Clara Muñoz’ del Gabinete Literario de Las Palmas la exposición “Sus formas, nuestro dolor”, con el apoyo de la Consejería de Igualdad del Cabildo de Gran Canaria, la Viceconsejería de Cultura del Gobierno de Canarias, el Ministerio de Cultura y la Unidad de Igualdad de la ULPGC.
En un momento de debates enconados en el seno del feminismo, el discurso del arte aparece como un lugar privilegiado desde el que aportar una visión desprejuiciada y libre sobre los modos de dominación y resistencia que se ejercen a través de las formas sensibles. En la muestra, que presenta la obra de cuatro mujeres artistas de distinta procedencia y trayectoria, se entrecruzan al menos tres ejes de significación: la revisión crítica de la historia reciente del arte, una cierta estética del dolor y un discurso feminista diverso que huye del estereotipo.
Las “formas” del título hacen referencia a la estética de la modernidad y la reacción que provoca en la obra de estas artistas. Se trata de una relación ambivalente, pues se asimila la estética moderna al tiempo que se transgrede. Este es el caso de Bonvicini y Fleury en su debate plástico con el minimalismo. El que podemos considerar el último movimiento moderno ha sido caracterizado por Anna C. Chave, en su ya clásico artículo “Minimalismo y la retórica del poder”, como un movimiento de rasgos netamente masculinos:
Lo que me interesa del Minimalismo es lo que Teresa de Lauretis describe como “las relaciones de poder involucradas en la enunciación y la recepción”, relaciones “que sostienen las jerarquías de la comunicación; … la construcción ideológica de la autoría y la maestría, o más sencillamente, quién habla a quién, por qué y en nombre de quién”.
El trabajo de Monica Bonvicini (Venecia, 1965), artista italiana residente en Berlín desde 1986 y León de Oro de la Bienal de Venecia de 1999, examina la relación entre arquitectura, género y poder. Las referencias en su obra a los modos del minimalismo y la arquitectura moderna son constantes, así como el uso de materiales y elementos propios de la dominación que en muchas ocasiones acercan sus instalaciones al SM. Para esta exposición Bonvicini presenta “Beltdecke” (2017), un tapiz hecho de cinturones de hombre en el que se evoca un trabajo tradicionalmente asociado con la mujer, como es el tejido, con un elemento propio de la dominación sexual masculina.
Sylvie Fleury (Ginebra, 1961), artista con obras presentes en colecciones internacionales como la del MoMA de Nueva York, presenta “Walking on Carl Andre” (1997): una pieza de vídeo en la que las baldosas metálicas del minimalista Carl Andre son utilizadas como pasarela por mujeres que caminan con zapatos de tacón. La transgresión de esta artista postpop y postfeminista se produce en respuesta a la censura de Andre a una de sus instalaciones. El vídeo toma una especial significación también por el hecho de que Carl Andre, uno de los grandes representantes del minimalismo, fue acusado y extrañamente absuelto por el asesinato de su mujer, la artista Ana Mendieta.
También encontramos una revisión crítica de la historia reciente del arte en la obra de Ana Laura Aláez (Bilbao, 1964), artista vasca que representó a España en la Bienal de Venecia de 1999. La referencia a la escultura moderna de Brancusi –autor que tanta influencia tendrá en los volúmenes de los minimalistas– y al postminimalismo de Eva Hesse se plasma en la obra “Culito” (1996): una bella escultura en la que la violencia y la vulnerabilidad se expresan en el contraste del hierro y el corcho.
Esta dicotomía belleza/dolor se encuentra reflejada en la obra de las cuatro artistas a través de materiales, procedimientos compositivos, acciones y representaciones. Manipulación y transformación de objetos y cuerpos; de objetos con personalidad y de cuerpos-mentes reificados. Una indagación plural en la violencia simbólica inherente a la producción de belleza. En la serie «Sacrifice» (2017), la joven pintora canaria Cristina Toledo (Las Palmas de Gran Canaria, 1986) retrata los tratamientos tortuosos a los que ‘voluntariamente’ se han sometido las mujeres para encajar en los cánones de belleza. El concepto de ideología toma en estos cuadros vintage su sentido más carnal. Para la exposición “Sus formas, nuestro dolor” la artista realizará un gran mural con una imagen de esta serie.
Los discursos plásticos de estas artistas se alejan del canon de arte feminista tal como se forjó en los años 70 del siglo XX y que aún hoy pervive en la obra del feminismo artístico actual. La muestra quiere por tanto aportar una mirada crítica y diversa, fuera de los cánones impuestos y autoimpuestos.