Vigilante de los comportamientos sociales, Vicente Verdú describe el actual capitalismo de ficción como una última fase en la que el sistema deja de ocuparse de los bienes materiales para encargarse del bienestar psíquico. un sistema afanado en construir realidad, una realidad mejorada, liberada de cualquier antipoder que no se pueda asimilar, donde “el mismo capitalismo desaparece como organización social y económica concreta para transformarse en civilización” y “todo cuanto pueda ser mejor se encuentra incluido en sus potencialidades globalizadas, absorbentes, porque incluso la aventura extrema, la cara de la Revolución o el terrorismo, son asumidos como estímulos de su espectáculo”[1]. Esta capacidad del sistema para neutralizar e incluso fortalecerse gracias a la comercialización de su propia crítica, es señalada por Heath y Potter en Rebelarse vende donde, en contra de la postura del consumo como alienación que defiende Baudrillard[2], proclaman que “es la rebeldía, y no el conformismo, lo que controla el funcionamiento del mercado desde hace décadas” y destacan lo irónico de que “la rebeldía contracultural, en vez de una consecuencia, fuese de hecho una causa del aumento de consumismo”[3] teoría esta que conecta con las ideas de Bourdieu[4] sobre la “distinción” como exclusión de clase.
Gilles Lipovetsky, otro sociólogo francés, se aparta de esta lógica de la distinción para responder que “en nuestros días, el lujo está más al servicio de la promoción de una imagen personal que de una imagen de clase”[5]. Tanto Lipovestky como Verdú llegan a depositar en el consumo facultades emancipatorias y perciben una era dominada por el individualismo afectivo[6]. En otra posición bien diferenciada pero igualmente aguda en su análisis de la sociedad contemporánea, Hardt y Negri llegan a coincidir en esta factoría de los afectos cuando hablan del trabajo afectivo: “la industria del entretenimiento se concentra asimismo en la creación y la manipulación del afecto”. “Categorías tales como los “servicios personales” o la “atención personalizada” se emplean a menudo para identificar este tipo de trabajo, pero lo realmente esencial de estas tareas es la creación y manipulación de afecto”[7].
El proyecto MARX ® se enmarca dentro de este debate contemporáneo, refleja por medio del simulacro las paradojas que presenta la crítica al sistema en el capitalismo actual y se sumerge en las preocupaciones de identidad del individuo.“Haz como nosotros, sé diferente”, el eslogan de la marca reproduce el mensaje paradójico que podemos fácilmente vislumbrar en los medios de comunicación. Consigue tu individualidad, sé tú mismo, por medio, eso sí, del consumo de bienes seriados, producidos en masa esta tensión entre el individuo y la producción en serie, lo exclusivo y lo masivo industrial, entre las industrias de la subjetividad y lo objetivo tecnológico, se materializa en los productos MARX®, que se hacen únicos por medio de su número de seriación visible y diferenciador.
Aquello que define la línea de trabajo de nuestro equipo y que en cierta medida nos distingue del resto de artistas de nuestra generación, no es tanto el tener el ojo puesto en los acontecimientos socioeconómico-políticos de nuestro entorno y representarlos, como el hacer uso de los mecanismos propios de la industria cultural, especialmente en su faceta de seducción comercial, para así crear dentro del marco del arte contemporáneo, una suerte de simulacros que fácilmente traspasen la línea ficción-realidad. es decir, si muchos de los creadores actuales interesados en la cultura de masas y sus industrias creativas, se afanan en producir parodias, en PSJM nos esforzamos por generar simulacros, no parodias. Muchas de nuestras piezas podrían pasar por ser parte de la realidad, realidad que como bien sabemos es difícil de separar hoy de la ficción producida por los medios.
El proyecto que presentamos en el CAAM y en LABoral Centro de Arte y Creación industrial, es en definitiva eso: arte y creación industrial. una propuesta ambiciosa que recoge muchas de las inquietudes expresadas en otros trabajos de PSJM y que aporta otras nuevas a nuestro discurso.
La obra parte de un concepto sencillo que se despliega en un buen número de medios y disciplinas. este concepto primero consiste en la creación y registro de la marca MARX® que se verá materializada en todos los objetos que necesariamente deben ser producidos para presentarla, tales como productos (vaqueros, camisas, vestidos, zapatos), campaña publicitaria (spot, marquesinas, prensa, catálogo, música original) y la boutique MARX®. Proponemos entonces una obra que teniendo presencia como instalación dentro de una de las salas del Centro, se escapa de él ocupando el espacio público previamente por medio de su publicidad exterior y más tarde por la circulación de productos fuera de la institución.
[1] Vicente Verdú, El estilo del mundo, La vida en el capitalismo de ficción, Anagrama, Barcelona, 2003.
[2] Jean Baudrillard, La sociedad de consumo, Plaza Janés, Barcelona,1974.
[3] Joseph Heath y Andrew Potter, Rebelarse vende, El negocio de la contracultura, Taurus, Madrid, 2005.
[4] Pierre Bourdieu, La distinción, Criterios y bases sociales del gusto, Taurus, Madrid, 1988.
[5] Gilles Lipovetsky, El lujo eterno, De la era de lo sagrado al tiempo de las marcas, Anagrama, Barcelona, 2004.
[6] Gilles Lipovetsky, Los tiempos hipermodernos, Anagrama, Barcelona, 2004; Vicente Verdú, Yo y tú objetos de lujo. El personismo: la primera revolución cultural del siglo XXI, Debate, Barcelona, 2005.
[7] Michael Hardt y Antonio Negri, Imperio, Paidós, Barcelona, 2005. Esta visión del trabajo inmaterial y la construcción de afectos es contemplada también por el español José Luis Brea en su estudio de las nuevas formas de producción artística El tercer umbral, Estatuto de las prácticas artísticas en la era del capitalismo cultural, Cendeac, Murcia, 2004.
2008
El CAAM | LABoral Centro de Arte y Creación industrial