Este mismo proceso de perversión de los artificios productivos se encuentra igualmente en obras como Cool Dripping (2002), Sangre Digital (2003) o Simulacro (2004), en las que la célebre mancha automática y expresiva, característica del expresionismo abstracto, es digitalizada y reproducida técnicamente, a través del plotter o de la serigrafía industrial, quitándole todos sus elementos calientes, emotivos y expresivos, y convirtiéndola en un aséptico producto de diseño, en una especie de estampado, que se puede utilizar en distintos tonos sobre distintas superficies. Pero aquí sin duda la ironía no solo alcanza a las perversiones de las técnicas productivas, sino también al diálogo con la propia historia del arte, a la que quiere despojarse irreverentemente de su aura.
Miguel Cereceda