Por un lado, las obras murales vuelven a la esencia y origen de la pintura: la pared. Así empezó todo, manchando una roca con una mano. Y por otro lado, se hace un guiño a la pintura de género, ya que en estas obras se actualizan dos géneros pictóricos: el más valorado por la academia, la pintura histórica –ya que estas piezas muestran visiones diacrónicas– y el más valorado por la pintura de caballete, el paisaje. Son, por tanto, «paisajes temporales» que funcionan como denuncias sociales, ecológicas, políticas y éticas, a través de la belleza.
En cuanto a la propuesta escultórica, si bien es un campo que PSJM ha explorado en otras ocasiones –como las grandes esculturas metálicas de la serie «historia natural»–, aquí, en estas esculturas de pared, se propone una suerte de «colores apilados» que son dispuestos sobre una repisa en la pared. Un tipo de trabajo que el equipo canario presenta ahora por primera vez.
Cabe hacer una reflexión más sobre estas indagaciones en la pintura y el medio en que vive. El hecho de que en estas obras de la serie «geometría social» la imagen deba ir vinculada a un título para llegar a su entera comprensión y disfrute incide en una cuestión clave: no hay imagen sin palabra en las culturas humanas. La pintura no puede ser desligada de los mitos, los relatos y los conceptos. Toda obra de arte, contemporánea o del pasado, necesita un suplemento verbal para colmar su pleno disfrute. No basta para comprender el contenido de Las Hilanderas de Velázquez quedarse en la superficie, hay que conocer el mito de Aracne. Lo mismo podríamos decir de una obra de Kandinsky o de cualquier otro pintor abstracto. Es por eso que las propuestas de PSJM siempre tienen varias capas de sentido y de fruición estética. El espectador o espectadora puede quedarse en el primer nivel, en el de la percepción sensible –aesthesis– y disfrutar formalmente de la obra, o puede leer la cartela y encontrar su significado, o puede profundizar más y leer el texto teórico. En cualquier caso, si unas simples formas abstractas dispuestas con gracia y proporción en un determinado contexto tienen la capacidad potencial de suscitar un debate más amplio –más allá de la importante labor que es añadir un poco de belleza visual a este mundo–, el objetivo de este duo artístico se habrá conseguido. Como una construcción social, todo concepto y toda obra de arte va más allá de sus meros elementos perceptuales, siempre traspasados también por preconcepciones experienciales. Estas obras abstractas que se leen son, por tanto, una invitación a la discusión, un estímulo sensible provocador de pensamiento y debate.