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Esquizofrénico Hal Foster

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Publicado en www.contraindicaciones.net y www.sublimeart.net el 16/05/2005.

Recientemente ha caído en nuestras manos el libro “Diseño y delito” del siempre interesante Hal Foster. Coeditor junto con Rosalind Kraus, Benjamin H.D. Buchloh y Yves-Alain Bois de la revista October, pertenece a una generación de críticos académicos de izquierdas que han teorizado sobre los últimos comportamientos del arte, a partir del minimalismo preconceptual. Foster basa sus análisis en fuentes que beben de la teoría postestructuralista, el psicoanálisis y un cierto neomarxismo. Él y su generación están escribiendo la historia del arte de este cambio de siglo.

En “Diseño y delito” (1) se compila una serie de ensayos que tratan de aspectos sintomáticos de nuestra contemporaneidad. Tales como la fusión de marketing y cultura, la penetración del diseño en la vida cotidiana, la arquitectura espectacular de Gehry y las teorías de Koolhaas acerca de la ciudad genérica y global, la historia del arte y los estudios visuales o la resaca doble de la modernidad y la postmodernidad. Muy interesante, no cabe duda.

En la primera parte del texto, donde encontramos el ensayo que da nombre al libro, Foster denuncia una sociedad que vive bajo la inflación del diseño (“todo imagen, nada de interioridad”), y señala a la disciplina como cómplice y herramienta de control en la sociedad capitalista globalizada y espectacular. De paso, critica la contradicción en el comportamiento de aquellos diseñadores y arquitectos que, como Rem Koolhaas, desarrollan teoría crítica del consumo y a la vez aceptan encargos de PRADA, por ejemplo (2). Anda en lo cierto Foster, a los que vivimos construyendo imágenes para el capital globalizado y además, quizá como una necesidad de conciencia política, moral e intelectual, planteamos interrogantes y analizamos con espíritu crítico la sociedad actual, nos afecta irremediablemente el espíritu esquizoide de esta era sin esperanza, sin revoluciones posibles. Este “coqueteo con la esquizofrenia” del que habla Sloterdijk en su “Crítica de la razón cínica” parece ser un rasgo identificativo  no sólo de la generación apropiacionista de los ochenta (Kruger, Koons, Levine, etc.) sino de gran parte del arte contemporáneo (3).

El análisis es correcto pero se le pasa algo por alto. Hal Foster critica desde la cómoda posición de su sillón académico en Princenton como si la cosa no fuera con él, defendiendo una “autonomía estratégica” para la cultura, pero eso sí, editando su libro con un diseño espectacular. Doble delito, maestro. Que duda cabe que cualquier publicación necesita un diseño, por austero que este sea (que no es el caso) siempre habrá un programa de ordenamiento gráfico, pero esta contradicción flagrante con la que nos presenta su “Diseño y delito” debería haber constado como uno más de los ejemplos que el autor critica.

Querido Foster, los cínicos son los que coquetean con la esquizofrenia y lo saben, los esquizofrénicos de verdad son los que no tienen conciencia de serlo.

NOTAS

(1) Hal Foster, Diseño y delito, Madrid, Akal, 2004.

(2) Quizá Foster no haya reparado en que una tienda de PRADA se asemeja más de lo que podría parecer a una galería de arte. En ambas se comercia con objetos estéticos exclusivos como signos portadores de status, dicho de otro modo: objetos para ricos.

El problema, no es únicamente el sistema global capitalista, lo es también, y esto nos toca a todos más de cerca, el sistema elitista del mercado-institución arte. Y mucho me temo que la “autonomía estratégica” que propone el americano pasa por enmarcarse dentro de la institución. Como ves, Hal, todos somos cómplices, tú también.

(3) Hal Foster, El retorno de lo real, Madrid, Akal, 2001.